lunes, marzo 24, 2008


Que las mujeres deberían pintarse

La Fealdad es Aborrecible: ¿puede serlo entonces aquello que la evita? ¿quién prohíbe a su amada ceñirse la cintura, corregir con calzados su marcada cojera, pulir sus dientes o perfumar su aliento? No obstante, como el Rostro es mirado con más detenimiento, importa más: Porque así como los pecadores que confiesan abiertamente son siempre castigados, mas los cautos que ocultan sus pecados sin testigos, también sin castigo los cometen; así las partes secretas exigen menos consideración; mas para con el Rostro, expuesto a todo Examen e inspección, no hay celo que sea demasiado cuidadoso. Y no sólo atrae a los inquietos Ojos, sino que está sometido al más divino de todos los contactos, al besar, la extraña y mística unión de las almas. Si ella se prostituyese a un hombre mas indigno que tú, qué sincera y justamente exclamarías; pero entregar su cuerpo a la ruina y la deformidad (los tiránicos Violadores, y súbitos Desfloradores de todas las mujeres) por falta de esta solución más fácil y rápida ¡qué adulterio tan espantoso! Lo que amas en su rostro es el color, y la pintura se lo da, mas tú odias la pintura, no por ser pintura, sino porque sabes que lo es. Tonto a quien la Ignorancia hace feliz; las Estrellas, el Sol, el Cielo que tú admiras, ¡ay!, no tienen color, pero son bellos porque parecen estar pintados: Si esta apariencia en ella no te satisface, al menos no puedes dudar de que tiene color cuando la ves pintarse. Si su rostro estuviese pintado sobre una Madera o una Pared, te encantaría, e incluso la Madera y la Pared: ¿Puedes entonces detestar su rostro cuando habla, ríe y besa solo por estar pintado? ¿No nos deleita más ver Pájaros, Frutas y Animales pintados que verlos al Natural? ¿Y no contemplamos con placer las formas pintadas de los Monstruos y Demonios, que no osamos ver cuando son verdaderos? Restauramos nuestras casas en ruinas, pero antes nos lo advierten las frías tempestades que a través de sus grietas nos fustigan; enmendamos las roturas y manchas de nuestro Atuendo, pero primero a nuestros ojos y a otras personas ofenden; mas esto se evita gracias a la providencia de las Mujeres. Si al Besarla o respirar cerca de ella, la pintura se cae, te enfadas; si sigue pegada, ¿te enfadarás? La amabas; si empiezas a odiarla, es porque no está pintada. Si ahora dices que antes la odiabas, la odiabas y la amabas al mismo tiempo. Se constante en algo, y ama a aquella que te demuestra todo su amor, tomándose este trabajo de parecer bella para ti.

John Donne (Londres, 1572-1631), Paradojas y problemas. Traducción de Jorge Salvetti y Darío Rojo. Se publicará con el sello Selecciones de Amadeo Mandarino.

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