martes, abril 22, 2008


Miguel Angel Buonarroti, Caprese, 1475-Roma, 1564.

Miguel Angel [Buonarroti] se había atrincherado en el campanario de San Miniato. Dos cañones, apuntando hacia los sitiadores y tronando sin interrupción, detenían al enemigo. Miguel Angel sonrió orgullosamente de ese ataque insensato y, desde lo alto del andamiaje de la torre, hizo suspender hacia abajo colchones de lana que amortiguaban los golpes y preservaban al monumento del furor de los vándalos. La verdad es que si Florencia hubiera podido ser salvada, esa gloría habría correspondido a Miguel Angel. Su firmeza, su coraje, los recursos de su vasto genio, ya comenzaban a hacer renacer la esperanza de los sitiados, llenando de temor y de duda el campamento enemigo, cuando de pronto se oyó en las calles el grito de alarma, el llanto de las mujeres, las imprecaciones de los soldados: Malatesta se había vendido a los Médicis y el infame Valori había entregado a su patria.

Alejandro Dumas (Villers-Cotterêts, 1802-Puys, 1870), Pintores del Renacimiento. Trad. Edmundo E. Barthelemy, Editorial Claridad, Buenos Aires 2008.

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