viernes, octubre 17, 2008

Brendan Kennelly /Tres mareas


En nuestra muy propia y pequeña guerra civil
el mar, como lo emplean algunos, es un arma ejemplar
que combina la capacidad de rematar un trabajo
con un sólido estilo para humillar.
El uso correcto de esta eficiencia natural, sin embargo,
lo aprovechan solamente aquellos que conocen
el carácter juicioso del mar
en su flujo y reflujo constitutivo.
Cuando se acerca a la costa empuja suavemente,
primero, sobre los labios agonizantes,
un tímido, espumoso veneno
que recuerda al limo
antes de ese estertor que siempre puede
desmembrar a la familia más unida
y provocar molestas especulaciones sobre un testamento.
Ese es un veneno lento, rítmica, sensualmente lento.
Acaso la estimulante luna apura el compás
porque nuestro mar respetuoso de la ley
acelera como un plan bien ejecutado
de olas puntuales que ahogan, inexorables como las generaciones
de una fecunda familia católica ajustada a las lujuriosas
leyes de Dios, yendo, viniendo, yendo, viniendo, como los hijos
e hijas al trabajo o al infierno o al dinero o a Inglaterra o a los
lechos reproductivos.
Bien medido, un hombre enterrado en la arena hasta el cuello
tarda tres mareas en morir. Sus hermanos (los míos también) dicen
que eso le da tiempo para meditar sobre el error
de haber abrazado el bando equivocado en esta guerra del todo incivil.
A diferencia de nuestro suelo viril, nuestro mar nunca ha mentido.
Mi padre se ahoga conforme a las leyes de la luna, la cabeza hacia un lado.

Brendan Kennelly (Ballylongford, County Kerry, 1936), Poesía irlandesa contemporánea, Libros de Tierra Firme, 1999
Traducción de Gerardo Gambolini

Trhee tides
In our very own little civil war/ The sea, as employed by some, is an exemplary weapon/ Combining an ability to finish a job/ With a reliable style of humiliation./ Proper use of such elemental efficiency, however,/ Is available only to those who know/ The sea's judicial character/ In its constitutional ebb and flow./ As it approaches the shore/ It nudges, first, a shy, frothful poison/ Reminiscent of the slime on dying lips/ Prior to that rattle that can still/ Shred even the most knitted family/ And cause fretful speculation about a will./ This is a slow poison, rhythmically, sensually slow./ Perhaps the stimulating moon/ Quickens the pace beacuase our law-abiding sea/ Accelerates like a well-executed plan/ Of dependable drowning waves, inexorable as generations/ Of a fertile Catholic family true to God's/ Randy laws, coming, going, coming, going, like sons/ And daughters to work or hell or money or England or spawning beds./ Properly judged, a man buried up to his neck in the shore/ Will take three tides to die. His brothers (mine too) say/ This gives him time to meditate on his mistake/ In taking the wrong side in that most uncivil war./ Unlike our manly land, our sea has never lied./ My father drowns to the moon's laws, head to one side.

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