jueves, julio 16, 2009

Ramos Sucre / De "El cielo de esmalte"




El disidente


San Francisco de Sales aconsejaba dirigir invectivas al demonio, para alejarlo de nuestra presencia. Yo había leído en otro escritor ascético la costumbre saludable de arrojarse de bruces sobre la tierra desnuda.

La muchedumbre de los posesos había molestado la atención de Bodin, el probo jurisconsulto francés, y motivado largos trabajos de su pluma.

Los suplicios difundían el terror y contristaban el ánimo. Se multiplicaban los casos de enajenación y el padre de un ahorcado se declaró igual a Jesucristo y salió de noche a quejarse con voz sepulcral.

No me avine jamás con el arte lúgubre de aquellos hechizados y pude esperar a mansalva el fin de las hogueras de la represión.

En medio de la amenaza constante, quise expiar mis culpas ignoradas y despistar los satélites de un poder asombradizo. Recordé la ceremonia de los israelitas con el cabrío emisario y la usé con un ave nocturna.


José Antonio Ramos Sucre (Cumaná, 1890-Ginebra, 1930) "El cielo de esmalte", 1929; Obra poética, Colección Archivos, n° 52, Barcelona, 2001

Ilustración: Paisaje con las tentaciones de San Antonio (detalle), Joachim Patinir , 1520

De Ramos Sucre en este blog:

La salva / El niño

La redención de Fausto

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