martes, enero 24, 2012

Giacomo Leopardi / Las remembranzas






Las remembranzas
de Leopardi

Versión y notas de Angel Faretta

(Primera parte)

Fugaces estrellas de la Osa Mayor no creí
Volver otra vez a diario a contemplarlas
Sobre el jardín paterno centelleantes
Y rumiar con ustedes desde las ventanas
De este albergue en que habité de joven
Cuando de mis alegrías supe el final.
En un tiempo cuántas imágenes y locuras
Me indujeron a pensar el aspecto vuestro
Y vuestras luces compañeras cuando
Silencioso y sentado en verde barbecho
Gran parte de las tardes solía pasar
Mirando el cielo y oyendo el canto
De la rana remota en la campaña
La luciérnaga erraba entre los setos
Y los canteros y al viento susurraban
Las sendas perfumadas y los cipreses
Allá en el bosque y bajo el patrio techo
Se oían voces alternas y las tranquilas
Tareas domésticas. Y qué pensar inmenso,
Qué dulces sueños me inspiró la vista
De aquel mar lejano, esos montes azules
Que desde acá entreveo y cruzar un día
Yo pensaba. Arcanos mundos, arcana
Felicidad fingiendo en el vivir mío
Ignaro de mi hado y cuántas veces
Ésta, mi vida dolorosa e inerte
Mi voluntad con muerte habría trocado.

Giacomo Leopardi (Recanati, 1798-Nápoles, 1837)

Le ricordanze

Vaghe stelle dell’Orsa, io non credea
Tornare ancor per uso a contemplarvi
Sul paterno giardino scintillanti,
E ragionar con voi dalle finestre
Di questo albergo ove abitai fanciullo,
E delle gioie mie vidi la fine.
Quante immagini un tempo, e quante fole
Creommi nel pensier l’aspetto vostro
E delle luci a voi compagne! allora
Che, tacito, seduto in verde zolla,
Delle sere io solea passar gran parte
Mirando il cielo, ed ascoltando il canto
Della rana rimota alla campagna!
E la lucciola errava appo le siepi
E in su l’aiuole, susurrando al vento
I viali odorati, ed i cipressi
Là nella selva; e sotto al patrio tetto
Sonavan voci alterne, e le tranquille
Opre de’ servi. E che pensieri immensi,
Che dolci sogni mi spirò la vista
Di quel lontano mar, quei monti azzurri,
Che di qua scopro, e che varcare un giorno
Io mi pensava, arcani mondi, arcana
Felicità fingendo al viver mio!
Ignaro del mio fato, e quante volte
Questa mia vita dolorosa e nuda
Volentier con la morte avrei cangiato.


Fugaces estrellas de la Osa Mayor: el incipit de este poema fue empleado por Luchino Visconti como título de su film de 1965, conocido en otros lugares como Sandra -nombre de la protagonista- y entre nosotros con el legendariamente estúpido título de Atavismo impúdico -“por el asunto ese del incesto”, como dijo legendariamente una jefa de prensa de aquel tiempo.
La primera palabra, vaghe, ya es desvelo de traductores. No para el traductor de la edición de Aguilar -hombre feliz a su manera- Miguel Romero Martínez- que directameente la eliminó.
Otros u otras –como Loreto Bousquets- la vierten por “vagas”, y hasta, otros, por “dulces”. En realidad puede ser una cosa y la otra como también un deleite, un gusto. Pero en cuanto a cosa pasajera, anhelo inalcanzable. Por cierto el Hoepli tanto en su edición de 1917, en la reedición de 1948, como en la actual, no la contiene. Sí a vaghezza, con lo cual todo parece complicarse. Así significa “impresión”, “vaguedad”, y también “placer”, “gozo”, “deseo”, “anhelo”.
Vaghe podría ser una invención del propio Leopardi, aunque éste detestaba los neologismos. Es posible entonces que sea una apocopación del poeta, a la que el idioma italiano se presta con total plasticidad, de allí que sea el mejor idioma para el canto.
Claro que vaghe-vaghezza expresa un deseo fugaz, un anhelo por lo lejano, tal vez en consonancia con el término sehnsucht casi contemporáneo de los románticos alemanes, con los cuales -sin embargo- Leopardi no tiene muchos otros contactos.
 Por eso optamos por “fugaces” Porque “vagas” además, entre nosotros, referiría más bien al moverse sin sentido, pero aquí es el poeta en sus ricordanze quien les da sentido a su paso. En consonancia -de ser cierta- con la respuesta dada según se cuenta por Hegel a su amigo Heine. “No son las estrellas, Heinrich, es lo que nosotros ponemos en ellas”.

Sobre el jardín paterno: estamos en 1829. En la primavera más exactamente. Leopardi ha vuelto nuevamente a la casa paterna en Recanati, pequeña ciudad ubicada en la región de Le Marche, que forma parte nuevamente de los Estados Pontificios tras el congreso de Viena y las guerras napoleónicas que asolaron la ciudad tras llegar a Italia con la promesa de unidad territorial bajo un solo dominio...
También es el cíclico regreso del poeta a vivir con su padre, el conde Monaldo. Éste ha sido objeto de todo tipo de reconstrucciones líricas por parte del poeta, haciéndoselo así un precipitado de provincialismo, limitación de mollera y de imaginación. Siendo por el contrario el conde un hombre cultísimo cuya vasta biblioteca sirviera a Leopardi desde niño a formarse una vasta cultura y conocimiento de idiomas. Pero -como tantos otros luego- Leopardi necesitará de un lar natal del que huir y extrañar, así como de una figura paterna algo terrible, titánica y hasta jupiteriana, contra las que edificar sus pugnas y polémicas para construir lo que Kafka llamará en el siglo veinte “tentativas de fuga de la esfera paterna”.

Barbecho: “zolla” en el original. “Terrón”, “labrantío”. Opto por “barbecho” además porque éste viene de latín vervactum, derivada a su vez de vervarege, que es el arar la tierra en primavera. Que es precisamente lo que busca expresar aquí Leopardi con su añoranza de un tiempo juvenil que se corresponde con la primavera y con el estar abierto, “en barbecho”.

Mi voluntad con muerte: en el original volentier, “de manera voluntaria”, “con gusto”, que el italiano emplea todavía hoy para aceptar una invitación a beber otra copa de vino –por ejemplo. Elijo “mi voluntad”, además de razones de medida para reproducir en parte el original, porque el autor fue de los primeros en conocer en Italia y fuera de Alemania en general la obra de Schopenhauer, de la cual -como en este poema- muchas veces su lírica es un reflejo casi permanente.
Por eso es que aquí esta voluntad que hubiera cambiado una vida desdichada y vacía por la muerte, no es más que otra representación de aquella Wille omnívora del filósofo alemán.
Es decir le ricordanze a las que se entrega el yo lírico, el circular habitar ahora en la casa paterna y en el lar natal -el paese italiano y el pago nuestro- es también impuesto mediante una representación por la propia Voluntad que podría haber trocado esa vida inerte en muerte.
El otro autor que influyera, aunque de manera secreta -como habría de suceder por más de un siglo en casi toda Europa- fue Sade.
En Sade encontrará Leopardi una filosofía de un biologismo desesperado, la de una physis malvada que le servirá para trazar el arco completo de su propia visión particular. Siendo esta traducción muchas veces la esencia de la poesía.

Ilustración: Pintura en un muro de la Villa de Livia (detalle), Roma, siglo I a.C

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