martes, agosto 14, 2012

Pier Paolo Pasolini / De "La Divina Mímesis"



 
La Divina Mímesis

Apuntes y fragmentos para el IV canto *

1

Nuestra pareja descendió aún más, como una pareja de ciegos. Nosotros dos sabíamos bien qué cosa era la Irrealidad, dado que vivíamos todos los días en medio de ella. Y precisamente por eso estábamos pálidos como muertos. Todos los gestos inauténticos, las palabras inciertas y sumarias, las vilezas, las omisiones: el hecho de saber cómo ser santos y no serlo.
    Yo veía el color de esas mejillas: tenía por cierto una mala digestión, mi Conciencia: o tal vez no me sentía bien del estómago o del hígado. O estaba agotado. O todas esas cosas al mismo tiempo. Cuánto trabajo, y cuánta pasión, para después no vivir más que un instante de sinceridad en todo el día.
    "Maintenant c'est la nuit que je travaince. De minuit à cinq heures du matin". Yo veía pues en él ese color del trabajo insano. Y le pregunté cómo habría podido ir hacia abajo con él, si también él, a menudo tan corajudo -casi invulnerable- estaba contaminado por esa palidez que distingue a los explotados, a los pobres, a los pasivos, a los cristos que se encuentran tan de repente sin vida luego de no haber vivido jamás.
    Respondió: "Esta palidez mía no es más que la piedad hacia toda esa gente de allí abajo, que vive en confusión. Está bien, tal vez sea una excusa, pero también es la verdad. En efecto, la piedad en mí es tan sólo el aspecto que asume la falta de libertad...".

Pier Paolo Pasolini  (Bolonia, 1922-Ostia, 1975) , La Divina Mímesis, traducción de Diego Bentivegna, El Cuenco de Plata, Buenos Aires, 2011

* Este fragmento de La Divina Mímesis, de Pasolini, refiere al comienzo del Canto IV del Infierno, de Dante Alighieri -cuya versión y texto original se reproducen más abajo-, donde se narra el comienzo del descenso de Dante y Virgilio hacia el Limbo.


Rompió el alto sueño en la cabeza
un grave trueno, tal que me repuso
como persona a la fuerza despertada,

y el ojo recobrado moví en torno,
derechamente levantado, y observaba
para saber en qué lugar había caído.

Verdad es que en el borde me encontraba
del valle del abismo doloroso
que el sonido acoge de infinitas quejas.

Oscuro y profundo era, y nebuloso,
tanto que, pese a fijar la vista a fondo,
yo no discernía objeto alguno.

"Descendamos ahora al ciego mundo",
comenzó el poeta, mortalmente pálido,
"yo iré primero, tú lo harás segundo".

Y yo, que su color había notado,
dije: "¿Cómo querría, si tú temes,
y eres el que a mis dudas das consuelo?"

Y él a mí: "La angustia de las gentes
de allá abajo mi rostro cubre
de la piedad que tú como temor sientes.

"¡Vamos, que larga vía nos requiere!"
Así movióse, y así hizo que entrara
en el primer círculo que al abismo ciñe.

(versión de Jorge Aulicino)


Ruppemi l'alto sonno ne la testa
 un greve truono, sì ch'io mi riscossi
 come persona ch'è per forza desta;

 e l'occhio riposato intorno mossi,
 dritto levato, e fiso riguardai
 per conoscer lo loco dov'io fossi.

 Vero è che 'n su la proda mi trovai
 de la valle d'abisso dolorosa
 che 'ntrono accoglie d'infiniti guai.

 Oscura e profonda era e nebulosa
 tanto che, per ficcar lo viso a fondo,
 io non vi discernea alcuna cosa.

 «Or discendiam qua giù nel cieco mondo»,
 cominciò il poeta tutto smorto.
 «Io sarò primo, e tu sarai secondo».

 E io, che del color mi fui accorto,
 dissi: «Come verrò, se tu paventi
 che suoli al mio dubbiare esser conforto?».

 Ed elli a me: «L'angoscia de le genti
 che son qua giù, nel viso mi dipigne
 quella pietà che tu per tema senti.

 Andiam, ché la via lunga ne sospigne».
 Così si mise e così mi fé intrare
 nel primo cerchio che l'abisso cigne.

Ilustración: De la serie Carlos Alonso en el Infierno (detalle), 2005, Carlos Alonso

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