miércoles, mayo 29, 2013

William Carlos Williams / Paterson, 12


Libro 1

Los delineamientos de los Gigantes 

III (Continuación)

Él estaba más preocupado, mucho más preocupado por quitarle la etiqueta a  un frasco de mayonesa vacío, el frasco de vidrio en el que algún paciente trajo una muestra para que la analizara, que en examinar y tratar a los veinte y pico de niños que esperaban su turno en la sala de espera, sus madres atormentadas y balbuceantes. Permanecía en la habitación fingiendo lavar el frasco, en el fondo de la pileta, lejos de la vista y, mientras un chorro de agua caía raspaba con su uña bajo el chorro el borde de la etiqueta de color, tratando de despegar la etiqueta firmemente pegada. Deben haberla barnizado por encima, argumentaba, para que se haya pegado de este modo. A pesar de todo había despegado una punta, y despegaría el resto eventualmente: mientras tanto hablaba con la madre ansiosa, amablemente y con gran destreza.

¿Me dará un bebé?, preguntó la joven mujer de color
con voz suave, desnuda junto a la cama. Ante la negativa
se encogió hacia adentro. También ella se negó. Me pone
demasiado nerviosa, dijo, y estiró las mantas a su alrededor.

En cambio, esto:

En la época de escasez general
una manada privada, 20 cuartos de leche
para la casa principal y 8 de nata,
todas las verduras frescas, choclo,
una piscina, (¡vacía!) un edificio
que ocupa un acre se conserva caliente
durante el invierno (para mantener las tuberías)
Las uvas en abril, orquídeas
como yuyos sin cortar, al calor
tropical, mientras la nieve vuela, dejando
marchitar sus tallos, que ni siquiera
son exhibidos en la feria de la ciudad. Para cada
empleado de arriba abajo
igual proporción—para todos
ellos: la manteca a diario por
libra, verdura fresca—incluso para
el portero. Una peculiar mucama francesa,
cuyo único deber es cepillar
los cachorros pomeranos—que duermen.

Cornelio Doremus, que fue bautizado en Acquackonock en 1714, y murió cerca de Montville en 1803, poseía bienes muebles tasados ​​en $ 419.58 ½. Tenía 89 años cuando murió, y sin duda legó su granja a sus hijos, para él conservó sólo lo que necesitaba para su bienestar personal: 24 camisas a 0,82 ½ centavo: $ 19.88;  5 sábanas: $ 7.00; 4 fundas de almohada: $ 2.12, 4 pares de pantalones: $ 2,00; 1 sábana: $ 1.37 ½; un pañuelo: $ 1.75; 8 gorras: 0,75 centavos; 2 pares de  hebillas de zapato  y cuchillo: 0,25 centavos; 14 pares de medias: $ 5.25; 2 pares de “mitones”: 0.63 centavos; 1 saco de lino: 0,50 centavos; 4 pares de calzoncillos: $ 2.63; 4 chalecos: $ 3.50; 5 abrigos: $ 4,75; 1 abrigo amarillo: $ 5.00; 2 sombreros: 0,25 centavos; 1 par de zapatos: 0.12 ½ centavos; 1 baúl: 0,75 centavos; 1 silla grande: $ 1,50; 1 baúl: 0.12 ½ centavos; 1 par de morrillos: $ 1,00; 1 cama y ropa de cama: $ 18.00; 2 libretas: 0,37 centavos; 1 pequeño baúl: 0,19 ½ centavos; pomada Kastor: 0,87 ½ centavos; 3 cañas: $ 1,66; 1 reel “Quill”: 0.50 centavos.

¿Quién limita el conocimiento? Algunos dicen
que es la decadencia de la clase media
que abre una brecha imposible entre la alta
y la baja allí donde
la vida una vez floreció. . . conocimiento
de las vías de información—
Así que no sabemos (a tiempo)
dónde se aloja la inercia. Y si no son
los idiotas cultos, la universidad,
ellos, como mínimo, son los no proveedores
deberían crear medios
para saltar la brecha. ¿Entradas? Las máscaras
externas de los intereses particulares
que perpetúan la inercia, haciéndola
rentable.

Ellos bloquean la salida
que debe limpiar y obtener
prerrogativas como recompensa privada.
Los otros también son culpables porque
no hacen nada.

Al caer la noche del 28, pusieron a la vista acres de lodo y la mayor parte del agua que fue drenada. Los peces no cayeron en las redes. Pero desde los coches se veía una multitud negra de gente, de pie bajo los sauces, observando a los hombres y a los niños en el fondo del lago drenado. . . a unas cien yardas de la presa.
Todo el fondo estaba lleno de gente, y las grandes anguilas, que pesaban tres o cuatro libras cada una, se acercaban a la orilla y entonces los chicos las golpeaban. Desde ese momento todo el mundo tuvo todo lo que quería en poco tiempo.
En la mañana del día 30,  los chicos y los hombres aún seguían allí. La cantidad de anguilas,  en particular, parecía no tener fin. A lo largo del año un revoltijo de pescado es extraído del lago,  pero nadie imaginaba la cantidad que vivía en él. Curiosamente, no se vio ni una serpiente. Los peces y anguilas parecían  haber monopolizado el lago por completo. Los chicos que allí se bañaban  a menudo contaban que  el fondo estaba  repleto de grandes serpientes que tocaban sus pies y sus extremidades, pero sin duda se trataba de las anguilas.
Aquellos que preparaban las redes no eran  los que más pescaban. Fueron los rufianes y los hombres que saltaban al barro y al agua, allí donde las redes no servían, los que recogieron del barro y del agua la mejor carga de pescado.
Un hombre que iba al depósito con una canasta de durazno le dio la canasta a un chico y la llenó en cinco minutos, rompiendo con destreza las vértebras de la nuca para meterlas adentro, y cobró la modesta suma de .25 centavos por la canasta llena de anguilas. La masa aumentó. Había millones de peces. Enviaron vagones para que se llevaran las pilas que se amontonaban a ambos lados del camino. Los niños pequeños arrastraban detrás de sí todo lo que podían llevarse a casa, ensartado en palos y en bolsas y canastas.  Había parvas de bagres a lo largo del camino, montones de rémoras y lucios, y había tres róbalos negros en una vara, un hilador de seda los había atrapado. A las siete y cuarto llenaron un vagón con pescados y anguilas. . . ya se había llevado cuatro cargas de vagón.
Al menos cincuenta hombres en el lago eran rudos para el trabajo y tenían estacas con los que golpeaban las grandes anguilas y atontándolas mientras se deslizaban por la superficie del lodo en aguas poco profundas, y así lograban mantenerlas hasta que podían sacarlas: los hombres y los chicos chapoteaban en el barro. . . . La noche puso fin al espectáculo. El trabajo prosiguió durante toda la noche con luces en la costa y linternas sobre el barro. 

Inmóvil
él envidia a los hombres que corrieron
y que escaparon
hacia las periferias—
a otros centros, directo  —
para mayor claridad (si
es que la encontraron)
belleza y
autoridad en el mundo-

una especie de primavera
que sus mentes aspiraban
pero que él vio,
dentro de sí —entumecido por el hielo

y saltó, “el cuerpo, sino hasta
la primavera siguiente, congelado en
un bloque de hielo”


William Carlos Williams, (Rutherford 1883-1963), Paterson, William Carlos Williams, New Directions, New York, 1963
Versión de Silvia Camerotto


The Delineaments of the Giants
III
He was more concerned, much more concerned with detaching the label from a discarded mayonnaise jar,  the glass jar in which some patient had brought a specimen for examination, than to examine and treat the twenty and more infants taking their turn from the outer office, their mothers tormented and jabbering. He’d stand in the alcove pretending to wash, the jar at the bottom of the sink well out of sight and, as the rod of water came down, work with his fingernail in the splash at the edge of the colored label striving to loose the tightly glued paper. It must have been varnished over, he argued, to have it stick the way. One corner of it he’d got loose in spite of all and would get the rest presently: talking pleasantly the while and with great skill to the anxious parent. //Will you give me a baby? asked the young colored woman /in a small voice standing naked by the bed. Refused  /she shrank within herself. She too refused. It makes me /too nervous, she said, and pulled the covers round her. //Instead, this: //In time of general privation /a private herd, 20 quarts of milk /to the main house and 8 of cream, /all the fresh vegetables, sweet corn, /a swimming pool, (empty!) a building /covering an acre kept heated /winter long (to conserve the plumbing) /Grapes in April, orchids /like weeds, uncut, at tropic /heat while the snow flies, left /to droop on the stem, not even /exhibited at the city show. To every /employee from the top down /the same in proportion —as many as /there are: butter daily by /the pound lot, fresh greens—even to /the gate-keeper. A special French maid, /her sole duty to groom /the pet Pomeranians—who sleep. //Cornelius Doremus, who was baptized at Acquackonock in 1714, and died near Montville in 1803, was possessed of goods and chattels appraised at $419.58½. He was 89 years old when he died, and doubtless had turned his farm over to his children, so that he retained only what he needed for his personal comfort: 24 shirts at .82½ cents, $19.88: 5 sheets, $7.00: 4 pillow cases, $2.12: 4 pair trouser, $2.00: 1 sheet, $1.37½: a handkerchief, $1.75: 8 caps, .75 cents: 2 pairs shoebuckles and knife, .25 cents: 14 pairs stockings, $5.25: 2 pairs “Mittins”, .63 cents: 1 linen jacket, .50 cents: 4 pairs breeches, $2.63: 4 waist coats, $3.50: 5 coats, $4.75: 1 yellow coat, $5.00: 2 hats, .25 cents: 1 pair shoes, .12½ cents: 1 chest, .75 cents: 1 large chair, $1.50: 1 chest,  .12½ cents: 1 pair andirons, $1.00: 1 bed and bedding, $18.00: 2 pocketbooks, .37½ cents: 1 small trunk, .19½ cents: Kastor hot, .87½ cents: 3 reeds, $1.66: 1 “Quill wheal”, .50 cents. //Who restricts knowledge? Some say /it is the decay of the middle class /making an impossible moat between the high /and the low where /the life once flourished . . knowledge /of the avenues of information— /So that we do not know (in time) /where the stasis lodges. And if it is not /the knowledgeable idiots, the university, /they at least are the non-purveyors /should be devising means /to leap the gap. Inlets? The outward /masks of the special interests /that perpetuate the stasis and make it  /profitable. //They block the release /that should cleanse and assume/prerogatives as a private recompense. //Others are also at fault because /they do nothing. //By nightfall of the 28th, acres of mud were exposed and the water mostly had drawn off. The fish did not run into the nets. But a black crowd of people could be seen from the cars, standing about under the willows, watching the men and boys on the drained lake bottom… some hundred yards in front of the dam. //The whole bottom was covered with people, and the big eels, weighing from three to four pounds each, would approach the edge and then the boys would strike at them. From this time everybody got all they wanted in a few moments. //On the morning of the 30th, the boys and men were still there. There seemed to be no end to the stock of eels especially. All through the year fine messes of fish have been taken from the lake; but nobody dreamt of the quantity that were living in it. Singularly to say not a snake had been seen. The fish and eels seemed to have monopolized the lake entirely. Boys in bathing had often reported the bottom as full of big snakes that had touched their feet and limbs but they were without doubt the eels. //Those who prepared the nets were not the ones who got the most fish. It was the hoodlums and men who leaped into the mud and water where the nets could not work that rescued from the mud and water the finest load of fish. //A man going to the depot with a peach basket gave the basket to a boy and he filled it in five minutes, deftly snapping the vertebrae back of the heads to make them stay in, and he charged the modest sum of .25 cents for the basket full of eels. The crowd increased. There were millions of fish. Wagons were sent for to carry away the heaps that lined both sides of the roadway. Little boys were dragging behind them all they could carry home, strung on sticks and in bags and baskets. They were heaps of catfish all along the walk, bunches of suckers and pike, and there were three black bass on one stick, a silk weaver had caught them. At a quarter past seven a wagon body was filled with fish and eels. . . four wagon loads had been carried away. //At least fifty men in the lake were hard at work and had sticks with which they struck the big eels and benumbed them as they glided along the top of the mud in shoal water, and so were able to hold them until they could carry them out: the men and boys splashed about in the mud. . . Night did not put an end to the scene. All night long with lights on shore and lanterns over the mud, the work went on.  //Moveless /he envies the men that ran /and could run off/toward the peripheries— /to other centers, direct — /for clarity (if /they found it) //loveliness and /authority in the world— /a sort of springtime /toward which their minds aspired /but which he saw, /within himself—ice bound //and leaped, “the body, not until/the following spring, frozen in /an ice cake”



Ilustración: Turno de la noche, 1924, Marianne Von Werefkin

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