viernes, junio 21, 2013

Poemas elegidos, 40


Miguel Angel Petrecca
(Buenos Aires, 1979)

Por tierras de España, de Antonio Machado
El poema pertenece a Campos de Castilla, para mí uno de los mejores de libros de poesía en lengua castellana del siglo XX, a la par de Trilce [de César Vallejo], Las condiciones de la época [de Joaquín Giannuzzi] y Poemas y antipoemas [de Nicanor Parra]. La Obra Completa de Machado era uno de los libros de poesía que había en la biblioteca de mi casa, así que este poema (y otros del mismo libro que me parecen excelentes) lo leí cuando era chico y recuerdo que me causó una gran impresión. Creo que el poema me fascina por la forma en que combina lírica y narrativa, paisaje, geografía e historia, desenvolviéndose con una musicalidad que acompaña en forma fiel, sin protagonismo innecesario. Con una imaginería exacta y un gran poder descriptivo, el poema es como una especie de “estado de la cuestión” de una patria en bancarrota, escrito desde la perspectiva de un viajero observador. El protagonista de ese informe es, por un lado, el paisaje, por el otro un personaje (el hombre de estas tierras) que es simultáneamente un promedio (un tipo) y una figura de carne y hueso. El yo del poema está como diluido en el paisaje, pero no ha desaparecido del todo; es el origen palpable de la experiencia que el poema sintetiza y de la emoción (emoción individual a la vez que histórica) que lo atraviesa.



Por tierras de España

El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.

Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.

Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.

Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.

Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.

Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guarda su presa y libra la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.

El numen de estos campos es sanguinario y fiero;
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.

Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
—no fue por estos campos el bíblico jardín—;
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.

Antonio Machado (Sevilla, 1875-Collioure, Francia, 1939)

---
Foto: Miguel Ángel Petrecca en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires

No hay comentarios.:

Publicar un comentario