domingo, enero 19, 2014

Erika Martínez / Carga y descarga














Los técnicos de equipaje caminan erguidos, a cámara
    lenta, con la figura desdibujada por el calor de los
    motores. Llevan cascos amarillos para aislarse de un
    estruendo que tampoco se escucha dentro del avión:
    película muda a ambos lados de la ventanilla.

Los técnicos de equipaje vienen de Bolivia, Marruecos,
    Zambia. Cargan, descargan maletas que han hecho tantos
    kilómetros como ellos pero mucho más rápido. Las
    maletas no necesitan pasaportes, visados, asilo: tienen
    pegatinas.

Los técnicos de equipaje se fajan la cintura como un luchador
    de sumo antes de salir al ring. Son hermosos como eran
    hermosos los proletarios de Pasolini, que los imaginó
    hedonistas con un clasismo a su manera. Pasolini
    al que escupieron, violaron, lincharon, Pasolini que
    también era hermoso a su manera.

Los técnicos de equipaje visten monos azules aunque la
    empresa que los contrata cultiva el respeto a la diferencia.
    Cuando salen llevan todos los mismos vaqueros,
    zapatillas, camisetas estampadas. El capitalismo es un
    uniforme.

Los técnicos de equipaje son muy feos porque lo perdieron
    todo y viajaron para comer basura, para cargar, descargar
    maletas hasta volverse feos. Miran a los pasajeros
    que los miran a través de la ventanilla y piensan: qué
    hermosos, qué feos son mientras trasladan nuestras
    maletas con souvenires procedentes de Bolivia,
    Marruecos, Zambia, donde fuimos a hacer juegos de
    supervivencia.

Los técnicos de equipaje saben que cuatro maletas pesan
    igual que el cuerpo de un técnico de equipaje.

Erika Martínez (Jaen, 1979), El falso techo, Editorial Pre-Textos, Valencia, 2013

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