jueves, enero 14, 2016

Ángel Faretta / Donatello parmi les fauves










Este libro brillante sofoca
la cristalina fuente donde la flor
se ahoga fuera del tratado botánico;
este libro brillante sofoca
la sordidez del estío que a todos
proclama y seduce con sus formas
opacas que conducen al almanaque;
este libro brillante sofoca
la necedad y necesidad del recién nacido
a la vida entre los escombros de la anterior
y las ocres ilustraciones de la anatomía;
este libro brillante sofoca
la oración del simple, del dócil y del necio
que ahuyenta los mismos demonios
de sus ancestros en los bosques
elevando túmulos y hogueras, satisfechos
con la sola proclama de la flama
trepando tremebunda hacia los cielos;
este libro brillante sofoca
a la loca decencia del cobarde
que escruta sus entrañas con predicciones
numerales y con códigos genéticos
tapando con las manos el estruendo
de la sangre, del trémulo
sonar de sus vísceras
que repiten su inalterable destino
desechando a manos llenas la forma anterior,
la pretérita e inédita clave del fracaso
de perpetuarse en modelo civil;
este libro brillante sofoca
la tenue conversación de interiores,
la lumbre, el vino, la dicha
de una amistad que anclara en los muelles
en la movible ciudad, un paisaje imaginario
con sus sapos y sus jardines armoniosos,
su fronda oscura o marchita,
la hosca dependencia del deseo ajeno,
la tórrida claridad del mediodía romano
y la necesaria simetría de la humedad porteña,
tendidas una y otra sobre el interminable mar
que no se resigna a situarse sobre un mapa
de singulares caracteres en escala
que este libro brillante sofoca.

Ángel Faretta (Buenos Aires, 1953), Cuestiones bizantinas (inédito)


Donatello parmi les fauves (Donatello entre las fieras) fue el epíteto despectivo que el crítico Louis Vauxcelles lanzara al visitar la primera muestra (1905) de un grupo de pintores -André Derain, Vlaminck, el primer Matisse, et al-, cuando viera a dos de las pinturas allí expuestas y en medio de ella, una escultura de Albert Marque de estilo neo renacentista. Como suele suceder desde el barroco, los jóvenes pintores  -a los que luego se uniría Georges Roualt- tomaron el término despectivo en polémico, y fueron conocidos a partir de allí, como les fauves. [N, del A.]

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