viernes, febrero 16, 2007

Borges, el Necronomicon y la ceguera

Amigo James, no puedes imaginarte el descubrimiento que he hecho. Como director de la Biblioteca Nacional, me está permitido tener acceso a los volúmenes más raros y extraños de nuestra colección. Pues he aquí que en el segundo sótano, después de varias puertas cerradas que la misma llave (la mía) abría, después de innumerables pasillos de tomos que duermen el sueño de los justos, llegué a un armario cerrado que mi llave también abrió. Y estaba alli, James. Como lo decía él, como lo atestiguaba aquel librero de La mandragore de Paris, sólo que no estaba en la universidad de Buenos Aires. El Necronomicón. Un volumen increíble e inexplicable. Sí, James, allí fue cuando vislumbré el fondo del pozo de la sabiduría humana. Era una edición muy antigua, quizá del XIV, en castellano, pero sin el nombre del amanuense, casi completo, salvo por el final...

En esa carta Borges parecía completamente fuera de sí. Intenté, durante las siguientes semanas, llamarle por teléfono para hablar con él y calmarle, pero fue imposible localizarlo. Me llegaron cartas de Bioy Casares comunicándome el azoramiento de Borges. Parecía que su descubrimiento le había trastornado...

José Oliver

  • Un fragmento no narrado de la vida de Borges
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