sábado, marzo 17, 2007

Los teros, de guardia


II

Los teros, de guardia
por la casa, se paran
en un triángulo.
Avanzan o retroceden
en bloque, unos pasos,
como si en ese espacio
tuvieran una huella.

Se turnan sin orden
ni arte aparente
y en ningún momento
decae el grito. Aturden,
nos dejan sordos,
pero los galgos
distinguen una nota
en ese ruido, escuchan
otra cosa que el aspaviento
que distrae al extraño
y oculta el nido:
porque mirá que gritan,
y los tipos de pronto alzan
la cabeza, se incorporan
y salen a la carrera.

Osvaldo Aguirre (Colón, Buenos Aires, 1964), Lengua natal, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2006

1 comentario:

  1. Del mismo libro y autor, a mí me gusta mucho, también, este poema:

    Diario de un cardenal

    1.
    Entre las hojas oscuras
    de la enredadera
    el cardenal mostró
    el color más vivo
    del atardecer

    2
    El cardenal anda
    lo más tranquilo:
    no hay chicos
    que lo corran.

    3.
    Le das maíz
    y viene.
    El cardenal
    ya entiende:
    encuentra,
    entre nosotros,
    su hogar.

    4.
    Quién sabe
    por dónde,
    pero ha entrado
    a la pieza.
    También yo
    me asusto
    y golpeo, ciego,
    contra la vidrios
    y busca salir.

    5.
    Las gallinas
    lo quieren picar.
    Y tenés miedo
    por el gato,
    que finge dormir
    cuando campanea
    la siesta del cardenal
    en la enredadera.

    6.
    Es lo hermoso,
    decís, lo hermoso:
    el rojo más vivo
    en la cabecita
    y el pecho,
    como una medalla.
    Inmóvil, oculto
    tras una chapa,
    uno no se cansa
    nunca de mirar.

    7.
    Ya entendemos:
    en el cardenal,
    en el rojo solar
    para siempre
    encendido
    late
    el hogar.

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