miércoles, noviembre 21, 2007

Los apuntes de Akido Gauna

Pachinko

por Akido Gauna *


Gracias a la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Buenos Aires y al Institute for Cultural Studies de la Kokushikan University pude permanecer durante seis meses en Tokio para terminar de escribir mi tesis sobre el packinko. En este juego el jugador lanza una bola de metal, y, dependiendo de la fuerza del impulso, se determina el primer destino; es entonces cuando se ejerce la única, aunque mínima, decisión en este juego; luego la bola transita un derrotero en el que no hay posibilidad de intervención alguna; el triunfo o fracaso dependerán del destino final de la bola librada a su arbitrio. Estos movimientos de alguna manera hechizan al jugador, produciendo a través de ese acto contemplativo una verdadera adicción. La idea era simple, y consistía en reconocer algunas de las directrices que producían tal fenómeno adictivo. Algo así como percibir los efectos de la lectura como un proceso intermedio entre la formación del juicio y  las sensaciones de las que proviene. Por lo que en forma paralela a la realización del trabajo leía ciertos libros, en su mayoría de poesía, y parte de mi investigación me llevó a tomar nota de algunos mecanismos que tenían que ver con el proceso de la lectura y con el modo en que esos textos producían ciertos efectos y características de lectura, sin intención de abordar el objeto de lectura en sí mismo. Mi viaje terminó y luego también mi investigación, pero la modalidad de trabajo continuó y cada tanto realizo anotaciones similares. Estas son algunas de esas notas.

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La traducción de los cantos de Pound, y al priorizar una sensación táctil obtener cierto placer no desestimable. Como tocar un globo terráqueo con la punta de los dedos, y como si lo microscópico mantuviera su estrategia fuera de la mediación de la lente, apaciguándose frente a la imposibilidad de mantener en un 100 % el correlato histórico que se presenta, atenuando las intencionalidades en lo que respecta a palabras como deuda, usura, intereses, moneda, economía, devaluación, capital o préstamo. 
La desidia también puede primar, y en tal caso se escucharía una opinión bastante cómoda y generalizada: “y... no están buenos”; también se puede sucumbir en el hábito letrado de minucioso desmembramiento histórico, o incluso levantar las banderas de un pretendido prestigio y encuadrar el texto en un posible futuro del mundo que organice las palabras en pos de un valor invisible actualmente.
Pero podría ocurrir que uno crea no saber con exactitud que es lo que se está leyendo, que no se maraville frente a estridentes fuegos artificiales, o simplemente no se encuentre el efecto que tradicionalmente se suele buscar en lo poético, conduciéndose con una lectura mas rápida y de corrido, cercano a la de novela, más que a una relectura inmediata del poema. Con todo esto, bien podríamos esperar que el ángel y el demonio del juicio voten por la detención inmediata del libro. Pero hay un elemento que los pone en jaque, y frente a la duda sobre el valor de lo que se lee, más bien prefieren, en un hecho inusitado, desaparecer y abstenerse de su tarea; es que lo que prima es el impulso de seguir leyendo, uno no quiere dejar de leer, no quiere que el libro se termine, ni que se termine el tiempo asignado ese día. Sentir el mecanismo del suspenso que hace anhelar el próximo verso y disfrutar esa espera con comodidad.
Algo de esto quizás ocurre porque el libro en cuestión, de alguna manera, se manifiesta como la lectura, o se desplaza hacia ella en su forma más básica, vaga y general. El lograr que al contacto con esas palabras éstas intenten permutarse, hace tan concreta la instrumentación que vuelve nuestra percepción sobre lo leído en algo absolutamente abstracto, o demasiado abstracto.
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(seguirá)

* N. de R.: Los apuntes de Gauna, sin data, fueron encontrados en el baúl de un inmigrante irlandés en Concord, Massachussetts, a mediados de los 50 del siglo pasado. En una hoja suelta, Gauna había borroneado su ficha de becario en Tokio, pero todos los datos se presumen falsos, pues la fecha de nacimiento es de comienzos del siglo XIX, por ejemplo.

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