domingo, agosto 31, 2008

Edgar Lee Masters / Cuatro de Spoon River



















Robert Fulton Tanner

Si un hombre pudiera morder la mano gigante
que lo aferra y destruye,
así como yo fui mordido por una rata
mientras explicaba el funcionamiento de mi trampa patentada
en mi ferretería, aquel día.
Pero un hombre nunca podrá vengarse
de ese ogro monstruoso que es la Vida.
Uno entra en el cuarto; es decir, nace;
y luego debe vivir: agotar el alma.
¡Ajá! El cebo que anhelamos está a la vista:
una mujer rica con la que uno quisiera casarse,
prestigio, posición, o poder en el mundo.
Pero hay una labor que realizar, cosas que conquistar;
¡oh sí!, los alambres que protegen el cebo.
Al final lo logramos; pero se escucha un paso:
el ogro, la Vida, penetra en el cuarto
(estaba esperando y ha oído sonar el resorte),
para contemplar cómo mordisqueamos el estupendo queso,
y mirarnos con sus ardientes ojos,
y fruncir el ceño y reír, y burlarse y maldecirnos,
mientras corremos de un lado a otro por la trampa.
Hasta que nuestra miseria le aburre.

Roger Heston

Oh cuántas veces Ernest Hyde y yo
discutimos sobre el libre albedrío.
Mi metáfora favorita era la vaca de Prickett
que pastaba atada, y tan libre como se lo permitía
la extensión de la cuerda.
Un día que discutíamos así, observando a la vaca
que tiraba de la soga para ir más allá del círculo
en el cual había comido hasta dejarlo desnudo,
rompióse la estaca y sacudiendo su cabeza
la vaca corrió hacia nosotros.
"¿Qué es esto, libre albedrío o qué?", dijo Ernest, disparando.
Sólo sentí que me corneó hasta matarme.

A. D. Blood

Si vosotros en el pueblo pensasteis que el mío fue un buen trabajo,
cuando clausuré las tabernas y prohibí los juegos de naipes,
y arrastré a la vieja Daisy Fraser ante el juez Arnett,
en muchas cruzadas para redimir al pueblo del pecado,
¿por qué permitís que Dora, la hija de la sombrerera,
y el indigno hijo de Benjamin Pantier
de noche hagan de mi tumba su sacrílega almohada?

El ateo del pueblo

Para vosotros, que discutís sobre la doctrina
de la inmortalidad del alma,
yo, que yazgo aquí, fui el ateo del pueblo,
locuaz, polemista, versado en los argumentos
de los descreídos.
Pero durante una larga enfermedad,
tosiendo hasta morir,
leí las Upanishadas y la poesía de Jesús.
Y encendieron una antorcha de esperanza, de intuición
y de deseo que la Sombra,
conduciéndome velozmente por cavernas de tinieblas,
no pudo extinguir.
Escuchadme, vosotros que vivís en los sentidos
y sólo pensáis a través de los sentidos:
la inmortalidad no es un don,
la inmortalidad es un logro;
y sólo quienes se esfuerzan extremadamente
podrán obtenerla.

Edgar Lee Masters (Garnett, 1868 - Melrose Park, Pennsylvania , 1950), Antología de Spoon River, versión de Alberto Girri, Barral Editores, Barcelona, 1974.

Noticia: la Spoon River Anthology fue publicada en 1914. Al terminar de escribirla, Masters sufrió un colapso nervioso, de lo que infiere Girri que la obra fue concebida en un estado de trance. El libro está compuesto de 251 poemas que narran la vida de los habitantes de un imaginario pueblo del Medio Oeste norteamericano a través de sus epitafios. En The Genesis of Spoon River, el autor refiere que dichos personajes arman diecinueve historias y señala que prácticamente todos los oficios y profesiones están representados en la serie , a excepción de los de barbero, sastre, zapatero y garajista.
Publicado en este blog: La colina, poema que juega de prólogo y canto general de la colección.

Robert Fulton Tanner
If a man could bite the giant hand /That catches and destroys him, /As I was bitten by a rat /While demonstrating my patent trap, /In my hardware store that day. /But a man can never avenge himself /On the monstrous ogre Life. /You enter the room--that's being born; /And then you must live--work out your soul, /Aha! the bait that you crave is in view: /A woman with money you want to marry, /Prestige, place, or power in the world. /But there's work to do and things to conquer-- /Oh, yes! the wires that screen the bait. /At last you get in--but you hear a step: /The ogre, Life, comes into the room, /(He was waiting and heard the clang of the spring) /To watch you nibble the wondrous cheese, /And stare with his burning eyes at you, /And scowl and laugh, and mock and curse you, /Running up and down in the trap, /Until your misery bores him.

Roger Heston
Oh many times did Ernest Hyde and I /Argue about the freedom of the will./My favorite metaphor was Prickett's cow /Roped out to grass, and free you know as far/As the length of the rope. /One day while arguing so, watching the cow /Pull at the rope to get beyond the circle /Which she had eaten bare,/Out came the stake, and tossing up her head,/She ran for us./"What's that, free-will or what?" said Ernest, running./I fell just as she gored me to my death.

A.D. Blood
If you in the village think that my work was a good one,/Who closed the saloons and stopped all playing at cards,/And haled old Daisy Fraser before Justice Arnett,/ In many a crusade to purge the people of sin; /Why do you let the milliner's daughter Dora,/And the worthless son of Benjamin Pantier,/Nightly make my grave their unholy pillow?

The Village Atheist
Ye young debaters over the doctrine/Of the soul's immortality /I who lie here was the village atheist,/Talkative, contentious, versed in the arguments /Of the infidels./But through a long sickness /Coughing myself to death /I read the Upanishads and the poetry of Jesus./And they lighted a torch of hope and intuition /And desire which the Shadow,/ Leading me swiftly through the caverns of darkness, /Could not extinguish. /Listen to me, ye who live in the senses/And think through the senses only: /Immortality is not a gift, /Immortality is an achievement;/And only those who strive mightily /Shall possess it.

1 comentario:

  1. «tutt'e due gli occhi, (la loro perdita) e trovare qualcuno/ che parlasse el suo dialetto. Noi/ parlammo di ogni ragazzo e di ogni ragazza della valle/ ma quando tornò dalla licenza/ era triste perché aveva potuto tastare/ tutte le costole della sua vacca...».pound, 'canti pisani', canto LXXVI.

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