domingo, diciembre 27, 2009

Alberto Girri / De "Quien habla no está muerto", 1


Peripecia dramática

En el crujir de la silla,
que es lo que es: madera,
como es lo que es
el que se vale de ella: asiento,
trono habitual que al quejarse
se anima como protesta,
frustración de decaer,
pesaroso de no haber sido nunca
ni silla de los juicios
ni asiento de las primeras
filas de un templo,
ni respaldo de los echados por Cristo
con los vendedores de palomas, los cambistas
que venden y compran en los templos

Afirmándonos en el canto,
su crujir, follaje crujidor, se aplaca,
pero al mismo tiempo
con cuánta más nitidez
trasmite sus expectativas, patas
próximas a estallar,
y nos condiciona
para el desmoronamiento, rodar, alzarnos
del piso, inclinarnos en seguida
a recoger pedazos instantáneamente
degradados en húmedas manchas, pelusas,
exánime polvo gris,
un incidental,
doméstico paralelo con los hollejos
y semillas que al resbalarse de las manos
corren por suciedades, rincones, arcanas
y tenebrosas rajaduras.

Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), "Quien habla no está muerto", 1975, Obra poética III, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1980

Ilustración: La silla de Gauguin, 1888, Vincent Van Gogh

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