sábado, agosto 14, 2010

Robert Horan / Dos poemas




Renuncia, en el espejo, al fatal, hosco príncipe

Renuncia, en el espejo, al fatal, hosco príncipe,
coronado con las astas de la infancia y el zodíaco.
Seductor como amapolas, su exótica mirada
sonríe entre imposibles, un almanaque
de páginas de pesadillas: la grotesca, torva danza
allá en la profunda sala hasta el cuarto de los niños y atrás;
la almidonada, maternal lencería: luego las negras
buenas noches; luego las manos exploran cubiles oscurecidos.

Renuncia, en el espejo, al insistente otro
de ayer, al desesperado hincado rey y padre
con sus cuchillos y sus exigencias, que recuerda
el fracaso y la fiebre, ahora y para siempre.
La sin igual reina, también, con su corazón escarlata
se aparta del espejo; y después también tú te alejas.


Pequeña ciudad

La Araña, de su llameante sueño,
se tambalea en el marco de la ventana;
se columpia desde la roja guarida donde durmió
para anidar en el retorcido vidrio.
Gordo héroe, bruñido caníbal,
deja caer una frágil escala y hace un nudo,
desciende balanceándose hasta un rellano con velluda gracia.

A mediodía ese rincón es una ciudad color de bala
y el agotado arquitecto
duerme en su pálida rueda,
aguarda sin piedad un visitante de oro
o un prisionero cobrizo, sus enemigos aéreos
rodando temerarios de la ventana a la trampa.

La calle de cuerdas ahora se sacude y anuncia
un ángel sorprendido en el túnel de hilos.
La araña danza en su cielo de alambre para gustar la polilla.
Una pequeña batalla comienza y la prisión tiembla.
La redonda araña se encorva como un juez.
La rueda centellea.
Pero esta ciudad transparente que con un suspiro se hunde
está empedrada de perfecto acero.
La víctima cuelga de sus pies y la araña
rodea por avenidas invisibles, tejiendo una tumba.

De noche la tela está colmada de monstruos,
brillante constelación de avispas y abejas,
sin aliento, rendidas.
Esqueletos de bronce cuelgan de los hilos
y una leve ala se agita.
La medieval ciudad cuelga de sus estrellas.
La araña se mueve pesadamente por la tela
y la ciudad se ensancha bajo el peso de su andar.
De noche no podemos ver el rostro de las moscas
y de la araña, balanceándose.

Robert Horan (Nueva York, 1922), Quince poetas norteamericanos. Segunda serie, selección y traducción de Alberto Girri (edición no bilingüe), Bibliográfica Omeba, Buenos Aires, 1969

Foto: Nebulosa del Cangrejo, tomada por el telescopio Hubble NASA/ESA/J. Hester & A. Loll

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