miércoles, junio 06, 2012

Rainer Maria Rilke / de "Sonetos a Orfeo"



Sonetos a Orfeo

III

Un dios lo puede. Pero, ¿cómo, dime,
un hombre ha de seguirle por la angosta lira?
Su significación es desacuerdo. En la bifurcación
del corazón no hay templo para Apolo.

El canto tal como lo enseñas no son ansias
ni súplicas por algo alcanzable al cabo.
El canto es la existencia. Algo bien fácil para el dios.
Mas, ¿cuándo somos? ¿Y cuándo devuelve él

a nuestro ser la tierra y las estrellas?
Esto no es, oh joven, para que lo ames, aunque
la voz fuerce tu boca luego, aprende

a olvidar lo que cantaste. Esto transcurre.
Pues en verdad cantar es hálito distinto.
Un hálito por nada. Soplo en el dios. Un viento.

Rainer Maria Rilke, (Praga, 1875-Val-Mont, Suiza, 1926), Elegías de Duino. Sonetos a Orfeo, traducción de Rodolfo Modern, Torres Agüero Editor, Buenos Aires, 1985


3.

Ein Gott vermags. Wie aber, sag mir, soll
ein Mann ihm folgen durch die schmale Leier?
Sein Sinn ist Zwiespalt. An der Kreuzung zweier
Herzwege steht kein Tempel für Apoll.

Gesang, wie du ihn lehrst, ist nicht Begehr,
nicht Werbung um ein endlich noch Erreichtes;
Gesang ist Dasein. Für den Gott ein Leichtes.
Wann aber sind wir? Und wann wendet er

an unser Sein die Erde und die Sterne?
Dies ists nicht, Jüngling, daß du liebst, wenn auch
die Stimme dann den Mund dir aufstößt, – lerne

vergessen, daß du aufsangst. Das verrinnt.
In Wahrheit singen, ist ein andrer Hauch.
Ein Hauch um nichts. Ein Wehn im Gott. Ein Wind.


Die Sonette an Orpheus, Château de Muzot im Februar 1922
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Ilustración: Ignudo, Capilla Sixtina, Vaticano, 1508-1512, Michelangelo Buonarroti

1 comentario:

  1. Aburrido bajé del Paraíso y Rilke desde arriba me contemplaba

    Bajé por la escalera de Jacob,
    cuando el tiempo y las viejas clepsidras
    marcaban la hora de la despedida.

    Para recibir y encajar de nuevo el golpe,
    dejé en el Paraíso a los ángeles con su sombra
    y a los antiguos colegas de la palabra.

    El arte es baldío en las alturas,
    allí se desvanecen los espejismos como las nubes
    que regalan su sombra al mar de Duino.

    Francesc Cornadó

    Salud

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