miércoles, diciembre 26, 2012

Alberto Girri / De "Coronación de la espera", 2




El Juicio Final

Criaturas que andan como breves cañas,
que andan y no se dan cuenta si dialogan o afirman,
tienen buenos amigos entre los muertos.
Y su alma, momentáneamente exiliada,
ya no quiere ser facultad amante,
se impacienta por salir,
pues siente que el tiempo se mueve muy despacio
mientras modela universales ejemplos
aptos para cambiar las armonías conocidas del cuerpo,
tranquilizándolo más el ojo que la idea.

Cuando llegue el último instante
no deberemos examinar genealogías sino el rostro.
Su floja benevolencia admitirá que el infierno
es castigo tonto, pues castigo de verdad
es encontrarse con una memoria alimentada y lúcida.
Y a medida que las secretas culpas se descarguen
el alma leerá un libro de bitácora
donde las diversas estaciones pasadas reflexionan
sobre cosas de la tierra desierta, de los suspiros
premeditados y mundanos como una reverencia.
Y si el alma no es especialmente cobarde
podría intentar esta razonable excusa:
Amigos muertos, llego hasta ustedes
como una bestia enferma, más pálida,
más flaca que de costumbre.
Yo tengo miedo, tal vez no encuentre lugar
porque mis lágrimas buscaron objetos infamantes,
fuera de la penitencia.

Ay amigos, qué exquisita es sin embargo
la indecisión que compone una partida,
elegir entre quedarme en un páramo llamado cama,
y la raíz que casi veo y toco.
Deseo ser lo que me espera, apariencia muda,
y nadie habrá cambiado menos que yo
por el minucioso eclipse que disuelve el cuerpo.

Ya voy, amigos.

Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), "Coronación de la espera", 1947, Obra poética I, Corregidor, Buenos Aires, 1977


Ilustración: The Rag Collector, 1917, Marianne von Werefkin

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