jueves, agosto 01, 2013

Poemas elegidos, 94


María del Rosario Sola
(Mendoza, 1955)

Prosa de Transiberiano y de la pequeña Juana de Francia, de Blaise Cendrars
Mi casa natal estaba  cerca de las viñas, en el territorio olvidado del cacique Guaymallén. El barrio tenía ese aire ligeramente inglés de los chalecitos de los cincuenta en los cuales a veces ardían los leños en  torno a una chimenea rodeada de bibliotecas o de radios. Nada ingleses en cambio, brillaban entre los libros los ojos hipnóticos de Baudelaire  y se retorcía  el humo de la pipa de Norah Lange con el remo en la mano sobre un bote en el Tigre, sacando la cabeza por el hueco de un poncho ceniciento. Pero cerca del 68 todo empezó a ponerse cuyanamente francés, si se me permite. Se leía a Cogtazar. Alejandra había venido de visita y hablaba de París. A papá le gustaba recordar los versos de  Mallarmé -la chair est triste hélas-, contaba anécdotas de Apollinaire y reía a llorar. Mamá, elegante y con los lentes de Jackie, volvía en el trolebús de la Librería Internacional que había abierto Rosel Albero en la galería Persiam con una pila de libros bilingües y con discos con aquellas increíbles voces de Brassens y Jaques Brel. Entonces  las chicas de la casa descubrimos a Cendrars. En vez de Kerouac llegó un francés que había sido suizo y que se había tomado el  tren de carga hasta Moscú a los 16 años con una muchachita de Montmartre. No es el mejor (¿quién corno sabe cuál fue el mejor poeta que leyó?). No fue el primer poeta que conocí, pero elijo para ustedes amigos estas prosas de Blaise Cendrars porque en aquel transiberiano me fui por primera vez de casa y tal vez alguno de ustedes quiera tomarlo.





Prosa de Transiberiano y de la pequeña Juana de Francia

Dedicada a los músicos

[Fragmento]

Cuando se viaja habría que cerrar los ojos
Dormir
Hubiera deseado tanto dormir
Reconozco todos los países con los ojos cerrados por su olor
y reconozco todos los trenes por el ruido que hacen
Los trenes de Europa son de cuatro tiempos mientras que los
de Asia son de cinco o siete tiempos
Otros van en sordina son canciones de cuna
Hay algunos que por el ruido monótono de las ruedas
me recuerdan la pesada prosa de Maeterlinck
He descifrado todos los textos confusos de las ruedas y
reunido los elementos dispersos de una violenta belleza
Que poseo
y que me acosa.
Tsitsikar y Jarbín
No voy más lejos
Es la última estación
Me apeé en Jarbín cuando acababan de prender fuego a las
oficinas de la Cruz Roja  

Oh París
Gran hogar cálido con los tizones entrecruzados de tus calles
y tus viejas casas que se inclinan sobre ellas
 y se recalientan Como abuelas
y aquí hay anuncios, rojo verde multicolores como mi pasado en suma amarillo

Amarillo el arrogante color de las novelas de Francia en el extranjero
                                                           
Me gusta frotarme con los ómnibus en marcha en las grandes ciudades
Los de la línea Saint-Germain
-Montmartre me llevan al asalto de la Butte
Los motores mugen como los toros de oro
Las vacas del crepúsculo pastan en el Sagrado Corazón
Oh París
Estación central andén de las voluntades encrucijada de las inquietudes
Unicamente los droguistas aún tienen un poco de luz sobre su puerta

La Compañía Internacional de Wagons-Lits y de los
Grandes Expresos Europeos me envió su prospecto
Es la iglesia más hermosa del mundo
Tengo amigos que me rodean como pretiles
Cuando parto tienen miedo de que no vuelva más
Todas las mujeres que conocí se alzan en los horizontes
Con los gestos lastimosos y las miradas tristes de los semáforos bajo la lluvia

Bella, Inés, Catalina y la madre de mi hijo en Italia
y aquélla, la madre de mi amor en América
Hay gritos de sirena que me parten el alma
Allá lejos en Manchuria un vientre se estremece todavía como en un  parto

Querría
Querría no haber hecho nunca mis viajes
Esta noche me atormenta un gran amor
Y a pesar mío pienso en la pequeña Juana de Francia.
Fue en una noche de tristeza cuando escribí este poema en honor
                                                                     
Juana
La pequeña prostituta
Estoy triste estoy triste
Iré al «Conejo ágil» a recordar mi juventud perdida
y tomar unas copitas
Luego volveré solo
París
Ciudad de la Torre única del gran Patíbulo y de la Rueda

París, 1913

Frédéric-Louis Sauser, Blaise Cendrars (La Chaux-de-Fonds, Suiza, 1887-París, 1961)
-Sin datos del traductor-


Foto: María del Rosario Sola en Poetas Argentinos

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