jueves, diciembre 15, 2016

Angel Faretta / Jules Laforgue y el domingo

Jules Laforgue
           

Con la puesta en marcha de la movilización total no solo se modifica todo lo referente a la vida privada, sino que hasta puede decirse que ésta misma es creada por la propia movilización total. “Ocio”, “descanso”, “intimidad”, “privacidad” –ésta muchas veces opuesta en dudosa batalla con la primera-, así como también conceptos como “pasatiempo”, “diversión”, “recreo”. Ni hablar de “fiesta”, la que es sometida a toda serie de desfiguraciones, tanto tornándola feriado patrio o cívico obligatorios, sino vaciando lenta o drásticamente su contenido religioso.

 Todo ello lleva a lo que podríamos denominar aquí desfiguración del día domingo. En vez de día celebratorio, se vuelve día de escape hacia la diversión. Se lo dota vicariamente de toda serie de elementos flotantes y fantasmales atinentes al descanso pero también al sueño, es vuelto a un tiempo locus amoenus, isla particular donde refugiarse e imán o catalizador donde se funden confusa y apuradamente todas las cosas que se oponen, o que niegan momentáneamente a la constante movilización total puesta en marcha.

Su silencio recuerda, por su ausencia, la presencia sonora y constante de la vida fabril y de la producción industrial del resto de la semana. Ese mismo silencio se vuelve más pesadamente silencioso en el suburbio o extramuros, en el barrio que pasa a ser más un topos poético e imaginario, que un lugar preciso de habitación y de catastro. Es “el” o son los sitios -mejor dicho- diseminados a lo largo de la ciudad, pero generalmente en sus orillas y extramuros, donde el silencio y la ausencia de la percutida actividad industrial se oye y hasta se “vive” más.

Puesto que el “centro”, más que un lugar geográfico de orden e irradiación, se vuelve paralelamente lugar de caos, confusión e indiferenciación durante ese mismo día de cese de actividad industrial. Claro que aquí “en el centro” se la reemplaza por una sonora actividad de “diversión”.

 Así que barrio comienza a volverse lugar epónimo, tanto como lugar donde se percibe esa pausa en la actividad fabril, como y también la misma distancia sonora del bullicio de la diversión masiva y obligatoria desarrollada en el “centro”.

Así el compósitum domingo-centro-multitud será eje imaginario privilegiado de la poética surgida con la modernidad, aunque su mentor y acuñador –Baudelaire- viera todo esto –siguiendo al Poe de “El hombre de la multitud”- pero no pudiera en su poética crear una retórica, una métrica, ni un vocabulario adecuados que reflejara en su poesía tal novedosa situación. Será algo después con Jules Laforgue que se conseguirá de consuno una articulación entre lo que se descubre como visión y lo que se poetiza como vate.

 El domingo ya es bajo continuo en la obra poética de Laforgue, aunque si nos fijamos con detenimiento en todos los diversos poemas que escribiera  bajo ese título, tan solo uno responde en su despliegue a tener como diégesis al día domingo como tal. Más bien en su poética “dimanche” y “dimanches” son estados de ánimo, cifras y categorías humorales y mojones de una determina propensión melancólica que poco antes Baudelaire caracterizara como spleen.

Claro que también Laforgue tiene sus poemas titulados “Spleen” así como el propio concepto aparece en otros –“El invierno que viene”- como emblema y signatura anímica de determinada tendencia emocional-intelectual. Tal dualidad por otro lado es una más de las que rodean y cercan al estado anímico llamado spleen.

¿Qué es entonces esta nueva divisoria de aguas anímica acuñada por Laforgue donde “dimanche” no aparece como día sino como estado de ánimo que se separa o continúa por otros medios al spleen baudelairiano?

 Digamos que el “dimanche” es en la simbólica de Laforgue lo que el argot  es a su retórica y económica. Si este poeta es quien finalmente da la nota mayor y percute el bemol que hace definitivamente distintivas a la poética de la modernidad, lo consigue doblemente tanto al reconfigurar las imágenes que forman una simbólica, como la retórica y la métrica –si es que éstas no forman partes de la primera- forman una paralela y adecuada económica expresiva.
De allí que el dichoso verso libre –pero con rima- de Laforgue se consigue por una misma necesidad económica.

Si modernité es fluidez, discontinuidad, laxitud, movilismo permanente, Laforgue buscará con el vers libre volver hasta visiblemente gráfico ese mismo carácter discontinuo de la física de la vida urbana característica de esa modernidad. Por cierto será ese movilismo y laxismo permanente el que acuñará la quietud del “dimanche”, así como del propio “quartier” y de la “banlieu”, del barrio y del extramuros y su figura emblemática será el Pierrot. Ser lunar por excelencia vestido de blanco y negro, y que a diferencia de Arlequín que vive la parte diurna y feliz del carnaval,  Pierrot es quien vive su parte oscura y su melancólico fin de fiesta lunar.

Angel Faretta (Buenos Aires, 1953), La traducción de la melancolía. La poética del tango argentino como forma lírica de la modernidad. (Inédito)

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